El compromiso como principio y fin
Manuel Viola transita entre la medicina y la fotografía como quién continuamente cruza un puente invisible. En cada extremo de este vinculo se utilizan diferentes herramientas, pero en ambos lados se trabaja por el mismo juramento hipocrático: “dedicar su vida al servicio de la humanidad”.
Y es que Viola pone su mirada al servicio de aquellos que más lo necesitan. Con sus imágenes, desgrana la cotidianidad de personas que, aunque pertenecientes a mundos muy lejanos a los nuestros, con vidas -a menudo- muy diferentes a las nuestras, en su mirada se nos antojan cercanas y casi familiares, lo cual nos lleva, a su vez, a interesarnos por ellos, a querer saber de su existencia, de sus alegrías y sus tragedias.
Su experiencia retratando personas por el mundo es intensa desde que se inició en la fotografía siendo casi un niño, aún en edad escolar. Su inquietud por las imágenes le llevó a formarse de manera autodidacta, y su exigencia y búsqueda de la perfección le motivó a seguir aprendiendo de manera constante a lo largo de su vida, evolucionando desde lo analógico al digital con los más grandes profesionales y maestros de la fotografía española.
Compaginando con la medicina, la fotografía ha sido siempre su vocación artística y su modo de expresión, moviéndose como pez en el agua en el estilo documental, siempre desde una visión estética. Su particularidad consiste en dirigirse a la emotividad.
Por ello, y aunque seguramente podríamos calificar el trabajo de Viola de muchas maneras diferentes, sin lugar a dudas la más acertada es la que define el significado de “fotógrafo humanista”, con toda la carga que semejante título coloca sobre los hombros de quién lo posee: El objeto de la fotografía es el hombre. El hombre y su vida tan corta, tan frágil, tan amenazada.
Esta frase, dicha por Henri Cartier-Bresson, define un tipo de fotografía que tiene como objetivo principal la figura del ser humano, su vida, sus costumbres, sin hacer hincapié en nada accesorio que distraiga la mirada. Sin lugar a dudas, es la definición de la fotografía de Manuel Viola, con su gran capacidad para mostrarnos el escenario desde un punto de vista que enfatiza la humanidad desde un alto nivel emocional, sin caer en ningún caso en el sensacionalismo ni lo anecdótico, tan de moda en estos tiempos.
Este nuevo trabajo, DHOBI GHAT, ratifica una vez más su inconfundible estilo. Está desarrollado íntegramente dentro de este espacio, la lavandería al aire libre más grande de Asia, en Bombay.
De nuevo el autor, a través de sus magníficos retratos en ambiente, intenta dar visibilidad a las pequeñas o grandes tragedias que sufre el ser humano en su día a día, y que convierten sus vidas en una continua lucha por la supervivencia.
Se trata de 40 fotografías con las que Viola desgrana la cotidianidad de los Dhobi, la casta de los lavanderos, uno de los estratos más bajos en la jerarquía hindú, heredada de padres a hijos. Trabajan de sol a sol haciendo una enorme colada que les permite (sobre)vivir, por entre 130 rupias diarias (unos 2,3 €).
Una historia contada “desde dentro”, como sólo unos pocos saben hacerlo. El fotógrafo, que en principio es un intruso, se integra en el entorno y es capaz de conseguir que la potencia del tema no se produzca por su crueldad o exotismo, sino por la vida interior que emana de sus personajes, por la dignidad que el autor ha conseguido respetar y plasmar, sello indiscutible de la fotografía humanista, de la que Manuel Viola es una de sus grandes representantes.
– Victoria Abón. Comisaria