El Ateneo de Málaga presenta el viernes 4 de abril, a las 20 horas, en La Antesala del Ateneo de Málaga, la exposición EL DÍA SIGUIENTE, del artista Carlos Brotons.
La exposición, cuyo título surge del propio texto escrito para la muestra por Alfredo Taján, cuenta con 10 piezas de pequeño y gran formato realizadas en hierro y otros materiales. Todas ellas pertenecen a colecciones privadas, prestadas al Ateneo para dar vida a esta muestra retrospectiva comisariada por Ángela Calero y Juan Tallefer.
El artista, nacido en Granada, se formó artísticamente en las Escuelas de Arte de Málaga y Madrid, donde expone en 1980 y 1983, respectivamente. En 1987 obtiene el Primer Premio de Escultura «Pérez Villaamil» en Madrid. Posteriormente su obra pudo verse, en distintas provincias andaluzas, Madrid o Valencia, hasta un total de 15 exposiciones entre individuales y colectivas. entre ellas destaca la Bienal de Jóvenes Creadores de la Europa Mediterránea. Museo de Arte Moderno, en Rijeka (Croacia), en 1993.
Además consiguió, a lo largo de su breve carrera truncada por su pronto fallecimiento, 9 premios artísticos, entre 1986 y 1999.
El día siguiente de Carlos Brotons
No había en Carlos Brotons (1961-2018) mejor día que no fuera el día siguiente. No había un dios que le arrebatara el estilo, esa órbita especial y espacial -sutil encaje entre lejanía y extrañamiento- que fue su principal característica, su inevitable clase, un sello aristocrático que iba más allá de visionar un carcaj repleto de flores mustias colocado sobre una chimenea, como en aquella foto primeriza de Eno en la que denuncia su angustioso tour de force con Roxy Music.
En esta suerte de exangüe, pero no menos radial, retrospectiva, las esculturas de Carlos Brotons cumplen a rajatabla el mandato impuesto y son la exacta expresión de su constante lucha con la materia; y es que debajo de su malicia amanerada, de su mirada esquiva, de su dulce, aunque erizado carácter, de su electricidad, latía un titán repleto de tareas que igual doblaba el hierro, lo erguía o lo retorcía, hasta lograr domesticarlo a su capricho, y su capricho era esencial en la disposición de esta serie de gavillas acopladas, con sumo cuidado, hasta dar por finalizada la escultura, que no era sino la suma de otras muchas esculturas contenidas en ella. Entonces, el capricho, por fin, había cobrado representación última, voluntad signada por un palimpsesto de miradas antiguas y contemporáneas que se espoleaban unas a otras hasta expresarse en túmulos sin nombre, en ofuscamientos sucesivos, en soledades elegidas, en sexo duro y noctívago, laberintos visibles e invisibles en los que ni él mismo hallaba la salida. Ni falta que le hacía.
Quizá Carlos Brotons sólo trataba de llenar el vacío que lo circundaba frotando el hierro hasta conseguir que se cumpliera su densa voluntad curvilínea, mezclando sorna con mala leche de salón de té, rigurosa curiosidad a pecho descubierto, sin trampantojos, aunque en esta exposición puedan verse esculturas cuyos títulos parecen surgir de un escritor neobarroco de lengua bífida, capaz de seccionar y doblegar el hierro: Tu vivienda es mi vivienda, Insegura rectitud, El bolso de Juan, Segundo día de compras, entre otras pistas, sugieren fragmentos de fragmentos en infinito bucle. Y a destacar, Laberinto, una enigmática escultura circular donde quizá vague el alma inquieta de este creador que se nos fue antes de tiempo.
Alfredo Taján
Entrada libre hasta completar aforo.