En esta nueva exposición para La Antesala del Ateneo, descubrimos al Pedro Zamora más cercano. Como siempre, cartones y libros desechados son su principal materia prima, por lo que reconocemos su habitual “paleta” sin pintura de ocres claros y negros apagados, que contrasta con piezas de naranjas y burdeos intensos. Las propias texturas e hilos de los materiales usados dan el contrapunto a los tonos planos que se combinan creando una exquisita y equilibrada composición.
Según Manuel Fontán del Junco, Director de museos y exposiciones de la Fundación Juan March, “Pedro Zamora ha aplicado a la pintura, que tradicionalmente pertenece al arte di porre, al arte de poner, el arte di levare, el arte de quitar, típico de la escultura.(Es posible que esto se deba a su otra vocación, que participa de ambas: la arquitectura). Por eso su obra es la de una especie de asceta contemplativo radical. Su deseo de hacer pintura sin pintura, sin arte casi (y sin casi pintor); de hacer una obra en la que él “no pinta nada”, sin que casi se note; de prodigarse con aquello que nadie quiere, de hacer arte casi sin hacerlo; su trabajo, que apenas si toca sutilmente la pieza elegida -como esos trabajos en los que aprovecha las humedades y las zonas rasgadas en las superficies del cartón-, le hacen inmune al miedo del artista a que la obra no quede, porque él parte del hecho de que esta es casi nada, de que se ha hecho sin “pretensiones ulteriores”( Lytton Strachev) y que, al final, solo se puede destruir lo que ha sido construido.
Soy pintor.
Pintor, porque pinto lo que no se pinta.
Pintor, porque pinto con lo que no se pinta.
Y pintor, porque pinto lo que no puede ser pintado.
Pedro Zamora