Arcadia tras la batalla

«Cuando cada acción casi se ha convertido en un acto de resistencia, cuando la incertidumbre es una constante, quizás aún podamos levantar la mirada hacia la naturaleza; utópica, idílica, imaginada pero también indiferente, cruda, amoral, y mirar entonces hacia fuera para mirarnos a nosotros mismos, reconocer para reconocernos, olvidarnos para al fin encontrarnos. 

Creíamos que vivíamos en la Arcadia y la propia naturaleza nos ha recordado nuestro lugar en el mundo, como le sucedió a Ícaro o como al cazador que, sorprendido, ha acabado siendo cazado y aun así, puede que sea en la propia naturaleza donde debamos buscar nuestro reflejo, nuestro marco desde el que proponer una reconstrucción que empiece con cada uno de nosotros. 

Este proyecto se empezó antes de la pandemia (se iba a inaugurar en mayo de este año) y en su idea primigenia, la naturaleza como lugar de reconstrucción, se ha mantenido, pero inevitablemente y aunque las referencias no sean explícitas, la situación actual lo ha ido poco a poco modelando e inclinando más hacia una reflexión sobre nuestro lugar en la naturaleza. 

Así pues, dos ideas de base generan dos series de piezas. Dos series diferenciadas pero conectadas por el paisaje, en esencia el mismo, mi particular Arcadia. Un paisaje imaginado y con gran carga simbólica que parte de recuerdos de múltiples lugares que van dado forma a este espacio que es a la vez interior y exterior, escenario donde ocurre la acción, la caída y reconstrucción y campo de batalla, en el sentido de lugar de exploración del proceso pictórico, algo siempre fundamental en mi trabajo. Dibujar, borrar, pintar, cubrir, un proceso que en infinitos ciclos (realmente la obra nunca se termina si no que se abandona) se suceden y van tejiendo las múltiples capas en el sentido material y de lectura de las obras. 

El paisaje nos atraviesa y en él nos desvanecemos. 

Las heridas son restañadas. 

El camino más largo comienza con un paso».

Javier Roz