De este modo, esta exposición es un nuevo relato construido sobre un conjunto de fotografías analógicas pertenecientes a momentos personales significativos.
La comprensión del pasado se alimenta de algo más que de un detalle momentáneo reflejado en un 1/125 de segundo del disparo de cámara.
Manuel M. Criado (Córdoba, 1955) ha meditado y consensuado su vida artística en tan solo 1/125 segundos. Tal vez pensemos que es poco tiempo para desarrollar toda una trayectoria, pero es suficiente para labrar un concepto que viaja entre lo autobiográfico y lo experimental. Porque depende de con qué parámetros usemos nuestra velocidad 1/125, el resto de las variables aportarán una visión diferente a la obra que nos muestra el fotógrafo en su proyecto Confluencias.
Podríamos decir que M. Criado no solo tiene talento, sino que ha tenido la virtud de ir formando, moldeando y forjando un camino que le ha llevado a configurar un alfabeto óptico que, aunque a veces es ilegible, se traduce visualmente sin necesidad de palabras. La imagen, alterada y abigarrada, nos mantiene en una sutil tensión que no permite descansar nuestros sentidos ni un ápice. Cada vez que nos paramos a contemplar una obra, parece como si estuviéramos pasando la hoja de un álbum fotográfico recuperado del olvido. Por una parte tenemos el soporte fotoquímico que abraza una imagen cada vez más liviana debido al tiempo transcurrido, pero siempre pendiente de no alterar su mensaje original; y por otra, la deformación a posteriori que ha sufrido la fotografía inicial y que otorga unas directrices oratorias que nos perturban y nos trasladan a la necesidad de querer saber qué más nos pretende contar en esa vorágine visual.
Huelga decir que encontramos un extenso discurso dentro de cada una de las imágenes que podemos contemplar en Confluencias. Ello se debe a la autoría de cada una de las historias contadas, ya que las fotografías han sido señaladas con numerosas cicatrices a través de diversos medios plásticos que M. Criado ha madurado gracias a su pasado pictórico. Cicatrices efectuadas por la mano ejecutora del propio creador que no duda en marcar los diferentes episodios que, como una narración con principio y fin, nos relata su vida a modo de diario personal. Cicatrices que desnudan el pasado del artista para exponernos la cándida deriva de su situación actual.
Manuel M. Criado era un pintor que se creyó fotógrafo… y yo también lo creo. Sus interminables confluencias artísticas hacen que piense que su obra tiene un antes y un después, aunque ahora apreciemos que su trabajo pictórico ya no podrá vivir sin su obra fotográfica… y cómo no, su fotografía no puede expresarse sin tener de referencia a la pintura. Sus proyectos se contaminan unos a otros dejando ver una serie de guiños y huellas imborrables como si se trataran de referentes iconográficos perdurables en nuestra memoria. Su fotografía es per se materia pura.
Noelia García Bandera