Por HÉCTOR ALFREDO PLACENTI
Texto seleccionado en el concurso de relatos “7 vidas”, desde el que homenajeamos a perros y gatos, que desde finales del pasado año son reconocidos legalmente como miembros de nuestras familias.
El profesor, Vicente Arquímides Tadeo, de Universidad Popular de Wilde, era un artista de la docencia. Un libre pensador, enseñaba sin libros, prueba y error. Estimulando a muchachos reos del conurbano bonaerense, a los cuales debía enseñarles un oficio y levantarles la autoestima para sacarlos de la calle. Un “Quijote” espectacular para ensañarse, en la enseñanza, imprevista. Acción, invención y comprobación en vivo. Arremetía fuerte. Único. Y los pibes dejaban las calles corriendo para venir a escuchar sus historias. Exageraba lindo…
Tarde llegan estas líneas para reflotarlo, para intentar rescatarlo, del naufragio del olvido cruel. Les enseñaba a soldar bajo las aguas, aire y autógena. ¨ Y si sueldan bajo las aguas; también, se pueden fumar un cigarrito, a dentro de un tubo lleno de gas, ya verán…si el trabajo lo permite”. Encandilaba. Sorprendía fuerte, a suerte y verdad. Derramaba saber buscando empleos. Nuevos filones para conseguir trabajo para todos.
Para que sus muchachos, puedan ganarse unos pesos con reconocida inventiva. Elucubraba raro. Señor, todavía, llevan tatuada en la piel esa clase, cuando dijo: ¨que con su abuelo intentaban soldar vidrios con autógena, y abandonaron el experimento cuando descubrieron que el “Michi”, el gato del fondo, a pesar del nombre, era un gato macho y peronista que le daba fuerte al tabaco, “faseaba” tupido en el jardín hogareño. Sí, era un artista. Fumaba con distinguido placer en la claridad de la tarde. Un gato guapo, adicto a los bombos peronistas y al choripán. Insuperable. Horas de siesta y asombro, porque el gato experimentaba como sus dueños. Copiando gestos y movimientos; un felino asombroso, terriblemente mimoso.
¡Si lo hubieran visto! Hoy estarán criando esos bichos, para exportarlos. Pensó que encontraba un filón inesperado, interesante. Proyectaba altivo. Soñaba fuerte…
El gato era una beta generosa de abiertas posibilidades laborales. Actuaciones, entrenamientos, y reproducciones múltiples. Exaltaba catedrática mente, el profesor Tadeo. Un capo para llamar la atención. Solidario y altruista. Capo groso…
Ayudaba y te enseñaba a soñar. A engrandecer un sistema de vida que es perseguir una idea. Esa aguda observación los corrió del experimento. Era más importante ver un gato fumar que soldar un vidrio. Prefirieron abordar una acción distinta. El gato del fondo, agarraba los puchos que tiraba el abuelo, a medio pitar, costumbre cara, tres pitadas y el faso lo arrojaba al pasto del jardín. Atrevido y pertinaz, el gato se fue prendiendo al rubio vicio. Tenía abrojos en las manos para atrapar los cigarrillos caídos. Era notable y cuidadoso. Atónitos lo miraban cuando decidieron que había que amaestrarlo para llevarlo al circo.
Se harían ricos en poco tiempo. Criando y vendiendo gatos fumadores. Soñaban fuerte con una acción distinta, novedosa. La suerte volvía a sonreírles. Con dinero grande podrían hacer mejores experimentos. Ayudar a los pibes del barrio. Incluirlos en sus aventuras disparatadas. Compartir con todos un nuevo éxito. Un desafío importante. Llegarían giras, fama, e inevitablemente el dinero grande. Había que adiestrarlo ya, no se podía dejar pasar ese tren. Ese boleto, no estaba picado, tendría premio…
El “Michi”, era un gato macho distinto. Raro reproductor, único. Debería tener un sponsor. Proyectaba. Las tabacaleras pondrían dinero grande para la publicidad. El éxito lo tenían asegurado; atrapado mansamente, en un pedazo del terreno de la casa materna.
El “Michi”, los haría felices millonarios. Se frotaban las manos. Deliraban subidos al éxtasis del éxito. Elucubraban. Imaginaban escenarios brillantes. Demostraciones con entradas agotadas, corridos y asediados por el periodismo, por el público que acudiría en muchedumbre a ver al «Michi», fumar pacientemente en poses finas. Firmarían autógrafos, saldrían en las tapas de las revistas. Deliraban raros, gastando a cuenta, enloquecidos, reían.
Estuvieron tres meses adiestrando al gato. Todas las tardes la misma ceremonia rutinaria.
Le daban de comer hígado de pescado y un cigarrillo. Se sentaba el gato en el pasto, y el “Michi”, fumaba ceremonialmente, era un deleite verlo. Con una manito, abría los dedos y enganchaba el canuto blanco de papel con tabaco. Al principio, con las dos manitos. Después, “sobraba” la acción. Finamente con una mano alzaba el cigarrillo. Pitaba corto, bonito. Exhalaba el humo despaciosamente y un miau, miau, cariñoso, cerraba el ciclo. Para que mejorara la postura le colocaban un espejo para que se mirara y corrigiera su estampa.
Faso fumado, premio ganado. Un pedacito de jamón o filecito de pescado. Comía como un duque, ese gato, artístico y distinto. Único. Fino. La gente se acercaba al jardín para mirarlo. Entonces, mostraban la criatura que fumaba y “lastraba”, para quedarse dormido treinta minutos. Posteriormente, lo llamaban con una campana, (reflejo condicionado de Iván Petróvich Pávlov). Imitaba y transformaba. Modificaba. Y otra vez, retomar la rutina. “Hola, “Michi”, a ver como fuma. Le encendían el cigarrillo que le dejaban encendido en un cenicero de chapa, de propaganda, Cinzano, decía con letras azules y rojas. Nunca se olviden de los “sponsor publicitarios”, sostenía. Entonces, el gato, en corregida y estudiada pose, atrapaba el cigarrillo y pitaba extasiado. Hasta el tercer cigarro, venía todo viento en popa. El asunto era el cuarto cigarrillo… Se ponía loco, violento, le agarraba tos, se enfurecía. Pero una tarde…El gato se hizo jet, voló desorbitado. Molesto, confundido, agarró el cigarrillo encendido y en vez de morder el filtro, saboreó la parte roja, que ardía como un leño. Fue un miau, terrorífico, pegó un salto desesperado, acrobático, para desaparecer violentamente. Jamás regresó, El “Michi”. Se borró feo. Los dejó sin el placer del debut artístico. No llegaron al circo. Se les hizo humo… ¡Gato desagradesido! Los amuró traicioneramente. Perdieron el tiempo. Gato, maula.
Desde esa tarde aprendió a no molestar a las mascotas. Haremos un submarino a remos, bordaremos con costuras eléctricas viejos buzones de correos. Debemos establecer nuevos empleos. La inventiva hace crecer al hombre y espanta al hambre. Recuerden…
*En la foto Toni, de la Protectora de Animales de Málaga, interpreta en este relato el papel de Michi, él también tiene su historia, conócela:
https://www.protectoramalaga.com/index.php?mod=catalogo&id=3&actId=2&prodId=6519
Ya sabéis que hay mucho que hacer por estos leales amiguetes, así que os animamos a visitar las propuestas de la Protectora de Animales www.protectoramalaga.com/index.html y de la Fundación Ochotumbao para pasar a la acción www.ochotumbao.org/
VOCALÍA ACCIÓN LITERARIA
Brilla desde su estrella el profesor Vicente Arquímides Tadeo de la Universidad Popular de Wilde. Nadie con tan poco enseñó tanto.
Simplicidad en el trato y fuego fuerte en la idea. Para rotisarnos con sus salidas únicas. Se lo extraña señor en demasía…