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BOQUERONES A LA DERIVA: La paella

Por JORGE DAVID BÁRCENA VALLEJO

—Pero ¿cómo le vas a poner jaibas a la paella? —reclamó el vendedor de mariscos dentro del mercado de Atarazanas, una hermosa construcción musulmana repleta de productos de primera calidad.

            —Bueno, es que así la hacía mi madre —explicó Ximena tratando de calmar la angustia del comerciante. En México, tierra de mezclas, es común el intercambio de ingredientes en los platillos tradicionales heredados de los españoles. La fabada se convirtió en frijoles charros, el gazpacho se hizo caliente y las croquetas en tortitas de papa. Eso sí, los churros son igualitos.

            —¿Qué más le ponía tu madre?

            —Además de lo esencial: pollo, cerdo, chícharo, ejote, camarón, jaiba, almejas, chile morrón y salchicha coctelera.

            —¿Coctelera?, imposible. No le puedes hacer eso —dijo con una risa entre dientes, la mexicana le había caído bien, tenía una expresión que le recordaba a su hija de hace algunos ayeres.

            —Es por melancolía.

            —Venga, niña, que me vas a provocar una úlcera —dijo con dolor mientras le entregaba la bolsa con dos crustáceos.

            —Bonita tarde. —El comerciante se despidió de la misma forma. Encontró a Jean en una banca junto a un puesto de charcutería, le había explicado el tipo de salchicha que quería, pero el francés aún no se ubicaba y había comprado morcillas.

            —No, Jean, esas no son.

            —Lo siento, ma chérie, no te entendí.

            —No importa, mañana las puedo hacer encebolladas con chile. Para el desayuno.

            —No, no más chile.

            —Le pondré el que no pica, no te preocupes.

            —Eso dijiste el otro día, ma chérie, y tuviste razón. ¡Ah!, pero a la salida vaya que picó.

            —Era chipotle, fue por eso. Pero las morcillas llevan serrano. Lo más parecido en México es el mercado de San Juan, pero es pequeñito comparado con este lugar. ¿Recuerdas?

            —¿Donde vendían los bichos?

            —Ese mero.

            Ella era bióloga, él fotógrafo. Acababan de terminar su viaje por Groenlandia, donde un oso polar casi los convierte en su cena; sin embargo, una circunstancia, que solo el ente níveo conoció, los salvó de ese cruel destino. (Pero esa fue una historia para otro concurso. «Guiño»). Después de fotografías, dibujos y estudios de la fauna ártica, decidieron tomar un barco que los dejaría por costas portuguesas. Luego se dirigieron al sur, hacia la Capital de la Costa del Sol. Cambiaron sus chamarras y ropa térmica por bermudas y lentes de sol.

            —Aquí nació Picasso, me gusta más Dalí, pero no nos encontramos en Figueras. Sé que eres un chovinista y para ti Monet es el mejor…

            —Así es.

            —Pero no por eso debes de despreciar la búsqueda de la belleza que todo artista ansía. Eres fotógrafo, lo deberías entender mejor que yo.

            —Ma chérie, la verdad es objetiva.

            —Los franceses siempre peleando con todos. ¿Por qué se llevan mal?, franceses y españoles.

            —Las guerras napoleónicas, supongo.

            —Si fuera el caso, los mexicanos estaríamos llenos de odio; sin embargo, ese resentimiento solo lo tiene una minoría muy pequeña.

            —Sí, pero nosotros no somos mestizos. Todo mexicano es heredero, en parte, de la historia española. Incluso tú, ma chérie.

            —Y a mí me gustan ambas culturas, no tienes porque tener que preferir una sobre la otra, especialmente por algo tan burdo que ni siquiera puedes elegir. Cuando fue la Guerra civil española, miles de españoles exiliados arribaron a las costas veracruzanas. Se creó una especie de Siglo de Oro, más que nada en la Ciudad de México. Los nuevos llegados contribuyeron en la intelectualidad mexicana, especialmente como profesores e investigadores en las Universidades.

            —Tú ganas. Vamos al Museo de Picasso después de comer.

            La paella no convencional y la visita a la casa natal del artista fue un éxito, Jean alabó los dotes culinarios de Ximena. Con el enternecedor crepúsculo, la joven pareja se tomó una foto: La expresión amena de la estatua sentada junto a ellos bendijo, de forma simbólica, su pasar por su ciudad. El fruto de ese amor crecía; ellos aún no lo sabían, pero la razón de que la osa les perdonara la vida estaba a punto de revelarse.

FOTO: @malagaciudadmutante (En la imagen, foto antigua y actual del mercado de Atarazanas).

Seguimos publicando las propuestas ciudadanas seleccionadas con motivo de “DERIVAS. Extravíos en la ciudad del paraíso”, proyecto creado y dirigido por Vicky Molina y Lidia Bravo

Vocalía ACCIÓN LITERARIA