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El arqueólogo del futuro

Por VICKY MOLINA

Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962) concibió su cuarta y última novela con la editorial Anagrama, “Revolución” un buen día de abril de 2016, cuando Marcel, su querido erizo, se le cruzó en el camino: “Ha sido la relación no humana más intensa de mi vida”, declara el autor.

De ahí nace la génesis de esta historia recientemente publicada, sobre gente que hoy es millennial, gente en la frontera de los cuarenta dentro de dos décadas, “que vive un futuro con una educación sentimental como la que hoy tenemos” y cuya mascota es un erizo. Se trata de una pareja que vive una situación familiar especial: tienen dos hijos propios y uno “adoptado, superdotado e inadaptado”: Aníbal.

 Ferré reivindica la Literatura con mayúsculas a través de la voz del cabeza de familia Gabriel Espinosa, un filósofo fracasado “en un mundo donde el pensamiento no tiene lugar” y que será contratado por la Universidad Paneuropea para enseñar Ciencias Cognitivas. A través de nuestra imprevisible aventura lectora junto a este “Quijote de la inteligencia”, intentaremos comprender el Siglo XXI: “Es un libro que en veinte años puede tener más sentido para un lector u otro, está escrito para los arqueólogos del futuro”, comenta el autor.

Justo cuando las inspiradoras púas de Marcel se instalaron en la vida de Juan Francisco Ferré, el escritor estaba a punto de ponerse a trabajar en  un ensayo sobre el cine del director estadounidense Stanley Kubrick. Y  tres de sus películas merodean por la entrañas de Revolución: Eyes Wide Shut, El Resplandor y 2001: Una Odisea del espacio. Busquen. Y a ver qué encuentran también los zoólogos del futuro, pues es esta “una novela dedicada a los animales, para reivindicar nuestra relación con el animal. Nuestra misión es hacernos cargo de los animales y darles la vida que la naturaleza no les da”, apunta el malagueño.

Ilustración Vicky Molina

Pasen y viajen durante 33 días a través del verbo ambicioso de Juan Francisco Ferré y, no lo duden, háganse su propia revolución:

(Fragmentos  de la novela Revolución cedidos por el autor)

DÍA 1

Sofía y Pablo son nuestros hijos biológicos. De Ariana y míos. Gemelos. Aníbal es adoptado. Cuando Ariana y yo to­mamos esta decisión no estoy seguro de que lo hiciéramos por las mismas razones, a pesar de que lo hablamos una y mil veces antes de solicitar la adopción. Ella buscaba completar una foto­grafía de familia que se le antojaba inacabada y ya no le parecía pensable remediar de otro modo con las mismas garantías de éxito.

–Desde el punto de vista de la neurociencia, la distancia entre la inteligencia de un aldeano analfabeto y un genio de la física es insignificante. Solo un poco superior al chimpancé y al ratón.

Aun no entiendo por qué acepté hacerlo. No veía la necesi­dad de tener un nuevo hijo compartiendo el hogar y adaptán­dose a las excentricidades de la familia. Al mismo tiempo, tam­poco veía en nombre de qué podía negarme. Puedo reconocer que Ariana me convenció. O que supo proponerme que lo hi­ciéramos en el momento más oportuno. Cuando mi cerebro encontró en ello la solución a problemas de otro tipo que quizá no admitían, o no hallaban, otras respuestas más satisfactorias.

–Si te digo que me encanta la compota de manzana que has cocinado es porque mi cerebro, en realidad, quiere que te diga que te encuentro muy atractiva.

Así que dije que sí, que veía bien adoptar a Aníbal, pero no por ello dejé atrás las frustraciones de la edad, el empobreci­miento de mi vida sexual, la tortura intelectual de no haber he­cho nada de provecho antes de los cuarenta, y los celos hacia Ariana, cada vez mayores. La tentación de separarnos y la fuer­za para mantenerla a mi lado.

–Una amiga me ha enseñado en internet los cuadros y las fotografías de un artista ucraniano que amplía en gran tamaño imágenes de bacterias y microorganismos de todo tipo y las hace pasar por creaciones originales.

El problema es que Aníbal era un superdotado y no lo sabía­mos. Alguien cuya capacidad de adaptación a un entorno do­méstico normal lindaba con el autismo. Y, sin embargo, había conseguido desde su llegada establecer una relación de cariño y ternura con sus dos hermanos. Más con Pablo que con Sofía, desde luego. Pero se relacionaba con ambos, se comunicaba con ellos con regularidad y permitía que compartieran con él una parte de las actividades que ocupaban sus días e incluso, contra la voluntad de su madre, sus noches de actividad insomne.

Y AHORA, CONOZCAMOS A OTRO DE LOS SINGULARES PERSONAJES DE REVOLUCIÓN, EL GRAN FREDDY EL FAUNO…

…“Antes conocido como Federico Ríos.

El ermitaño institucional de la urbanización Palomar, un antiguo ejecutivo huido del mundo de las corporaciones y los negocios financieros para refugiarse aquí, en las lindes de la civilización, después de un  traspié profesional o un desengaño amoroso.

Un fauno con orejas peludas, dientes cariados, nariz aguileña, cejas pilosas, ojos de alimaña, bigote poblado, labios ennegrecidos por el consumo abusivo de setas inclasificables, como el raro espécimen que sostenía en una mano durante la conversación, contemplándola cada poco con insano apetito”.

Escuchen al Gran Freddy en su primer encuentro con Gabriel Espinosa pinchando aquí:



Voz Freddy el Fauno: Pedro Fernán, Catedrático de la Escuela de Arte Dramático de Málaga.

VOCALÍA DE ACCIÓN LITERARIA DEL ATENEO DE MÁLAGA

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