Por ALEJANDRO RUIZ NÚÑEZ
Faltaban seis días, catorce horas y diecisiete minutos para que el empresario balear Basilio Crespí alcanzara el nirvana. Habían pasado muchos años desde que cambió el rosario por un yapa mala de madera nepalí. Ya por entonces, tenía todo lo comprable y deseable, era joven y aún no había probado el telúrico amargor de lo perdido. Desde la veranda de su villa mallorquina meditaba en brazos de un ocaso de azafrán. El incienso se mecía en la maresía que traía la brisa en su regazo y Basilio se irguió majestuoso para contemplar el último rayo de sol. Un anāgāmi como él, a las puertas del nirvana, trasuda paz con su presencia. Caminó despacio hacia la casa donde la cocinera había horneado sus famosas empanadas. Junto al fuego, su tercera esposa veía compungida el telediario.
– Señora, «desengáñese, el Mediterráneo ha sido siempre un mar de pobres», dijo la asistenta agitando la cabeza con pesar. La mujer de Basilio asintió pasando página al penúltimo drama en el estrecho. Pero no pasó de largo la causalidad. Como un escorpión acorralado, su aviesa cola traspasó las barreras del dharma y un profundo dolor destruyó lo construido en décadas de meditación. Faltaban seis días, catorce horas y quince minutos para que Basilio Crespí al fin comprendiera que el karma que conduce al nirvana no es ajeno al pecado de omisión.
Especial de microrrelatos con motivo del “FESTIVAL DE CINE DE MÁLAGA 2021”
Texto seleccionado en el concurso “LO QUE EL VERBO SE LLEVÓ”
Vocalía de Acción Literaria del Ateneo de Málaga