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El café filosófico se estrena debatiendo sobre la salud mental

El 17 de octubre se puso en marcha esta actividad de la Vocalía de Filosofía abierta al público en la Sala Muñoz Degrain

Por ANTONIO SÁNCHEZ MILLÁN

  Ciertamente, Hipias, me parece que me ha sido beneficiosa la conversación con uno y otro de vosotros. Creo que entiendo el sentido del proverbio que dice: «Lo bello es difícil.»

  Platón, Hipias Mayor

            Un nutrido grupo de personas se habían citado en el Ateneo de Málaga para filosofar. Esto, que puede parecer extraño, cada vez lo es menos. Se percibe la necesidad de la filosofía en estos tiempos difíciles. Una manera de situarnos clara y distintamente en el mundo y buscar orientación. De ahí que este relator quiera agradecer expresamente a las personas que dirigen este Ateneo de la cultura malagueña y universal, y en especial a José Olivero, su apuesta para poner a la Filosofía a disposición de la ciudadanía.

            Es evidente, desde el comienzo, que el hecho de que un grupo de personas se reúnan alrededor de una mesa para filosofar, en un plano de igualdad, como personas y no como expertos en nada, más allá de su edad o su formación, implica una concepción diferente de la Filosofía. Pero antes de introducir esta Filosofía practicada y para no condicionar las visiones de los asistentes, el moderador del encuentro plantea esta pregunta de autorreflexión: ¿Cuál ha sido mi impulso, mi motivación para venir, hoy, aquí? ¿Cuáles son mis expectativas? De este modo se pretendía romper el hielo inicial de la participación, que no hacía falta en este caso, pues las ganas de aportar ideas afloraron con mucha facilidad desde el principio. Y entre las motivaciones presentes estaban la curiosidad, el reto, el intercambio, la reflexión, poder pensar en común, la intriga, aprender, el amor a la filosofía, poder profundizar en uno mismo, el interés por lo humano, poder dialogar, profundizar en nosotros… Todas perfectamente compatibles con un encuentro como éste.

            Tras la presentación del acto, el moderador introduce la actividad, puesto que se trataba del primer encuentro en este lugar. Menciona los antecedentes lejanos, socráticos para más señas, de esta modalidad de práctica filosófica (junto a los talleres de filosofía, el asesoramiento filosófico individual, a instituciones o empresas, la filosofía con niños y niñas o los diálogos socráticos), y luego, los antecedentes cercanos del Café des Phares en París, de la mano de Marc Sautet; luego, insiste en lo que se venía a hacer allí, que no era asistir a una charla, una tertulia o un debate, sino realizar una investigación conjunta entre todos los participantes, acerca de aquello que les preocupe o interese. Además, se trata también de un aprendizaje, en la práctica, de lo que es dialogar de veras: escuchar al otro (quitándome, mientras tanto, yo de en medio), esperar a que el otro haya acabado para pedir mi turno de palabra, colaborar con un propósito común, tratar de ir al fondo de las cuestiones, intervenir brevemente, anunciando, si se puede, qué va a hacer uno con sus palabras: afirmar, replicar, preguntar, responder, plantear una hipótesis, etc. Esta manera de situarse en la Filosofía, como un modo de vida que se practica, ya desde la antigüedad, como ha investigado profusamente Pierre Hadot, no es incompatible con la filosofía al uso, que podemos llamar Filosófica académica, sino todo lo contrario: ambas, la filosofía en el ágora y la filosofía más teórica o erudita se necesitan mutuamente: ésta como un laboratorio de ideas y la otra como una manera de estar presente y viva la filosofía en la sociedad. Y así lo ha manifestado, también estos días, la conocida filósofa Ana Carrasco Conde.

Un momento de la primera jornada del Café Filosófico del Ateneo de Málaga

            Como nadie traía nada preparado ni tenía nada que defender, se dispuso el grupo a elegir, democráticamente, esa temática o problema que estaba flotando en el ambiente de los que allí estaban reunidos. De todas las propuestas, la salud mental fue la más deseada y ya, desde el comienzo, se dejaron ver las ganas, pero también las dudas, que suscitaba este tema, pues fue necesario formular bastantes preguntas para poder afinar la cuestión: ¿Son los psicólogos y psiquiatras los únicos que pueden ayudar? ¿Qué nos hace falta saber sobre la enfermedad mental? ¿Qué pueden hacer las personas que están alrededor de una persona con problemas mentales? ¿Por qué están aumentando los problemas de salud mental? Pero, ¿se puede hablar de enfermedad mental? ¿Qué puede aportar la filosofía? Sobre esto último, se aclara que la filosofía puede abordar cualquier problemática, puesto que lo filosófico no es en sí la temática o el contenido de que se hable, sino la forma en que se aborda (una mirada reflexiva, consciente, crítica, fundamental, distanciada, universal…), que promueve un cambio de visión, un cambio de actitud ante el objeto de indagación. En este caso, se vio claro que la discusión debía comenzar por delimitar bien qué entendemos por “salud mental”.

            Es más, ¿se puede hablar de “enfermedad mental”? Por ahí debíamos comenzar nuestra investigación; desde ahí, se aclararían las demás cuestiones. Y da paso una larga discusión acerca de si es mejor hablar de “trastorno” o de “enfermedad mental”, o si se trata de grados en la falta de salud mental. Emergieron dos conclusiones: que, en este tema, el peligro está caer en un reduccionismo biológico, es decir, asimilar la enfermedad mental a otras enfermedades del cuerpo, y que, en el fondo, se trata de una cuestión de lenguaje: lo que estamos entendiendo con nuestras palabras. Así que el grupo toma conciencia de que el problema de fondo es el de la normalidad mental: qué se considera una conducta normal o enferma. Y aquí reposa el origen de nuestras perplejidades sobre la salud mental. Claro que se pueden indicar unos parámetros generales de lo que intuimos que es saludable mentalmente: que la persona pueda funcionar bien en su entorno, que no haya un exceso de sufrimiento evitable, que no se altere gravemente la convivencia, que el individuo no haya perdido el control de su propia vida, que las conductas no generen violencia contra uno mismo o los demás… Pero lo fundamental sería cómo lo vive la persona, el grado en que se dan tales desviaciones de una conducta saludable y la infinidad de situaciones y de casos diversos e irreductibles que puede haber, por lo que es mejor hablar de “enfermos” y no de enfermedad, en general. Es extremadamente importante considerar siempre esta complejidad de la enfermedad mental, para poder relacionarnos adecuadamente con ella y con las personas que puedan padecerla en un momento dado.

            En nuestros encuentros filosóficos, no buscamos hallar una respuesta completa o definitiva, pero sí una mínima clarificación y satisfacción de los asistentes. El tiempo se iba agotando y no parecía que ello fuera posible, a la altura de la discusión en ese momento. Todo diálogo necesita de una maduración, y una respuesta mínima estaba a punto de salir a flote: observar cada caso desde su singularidad, otorgar un trato diferenciado a cada persona. Una mirada a la complejidad de la salud y la enfermedad mental nos permite adoptar una actitud adecuada ante ello; y esto es determinante, pues de lo contrario, caemos con demasiada facilidad en la rigidez de pensamiento, el estigma o la discriminación de las personas que pueden manifestar en algún momento de sus vidas dificultades de adaptación a este mundo; algo que no es nada sencillo, si tenemos la paciencia de mirarnos a nosotros mismos y nuestras propias dificultades.

            Lo mismo que se decía al final, en el diálogo Hipias Mayor de Platón, respecto a la belleza: “la belleza es difícil” (de definir), cabría decir respecto a la salud mental. Como consecuencia de esta comprensión, en un caso, quedamos abiertos y disponibles para apreciar y recibir la belleza presente, dentro y fuera de nosotros; y en el otro caso, el de la salud mental, quedamos abiertos y preparados para vernos unos a otros, no como sanos o enfermos, sino como personas que buscan su bien y su felicidad de variados modos, y que a veces se pueden desviar en algo de su camino, por distintas circunstancias o motivos. Y esto es un punto de partida esencial.

2 Comments

  • Isabel Linares
    18/11/2022

    Hola, me gustaría participar en alguna sesión del café filosófico.
    Gracias, saludos y felicidades, Isabel

    • Ateneo
      23/11/2022

      Buenas Isabel, la entrada a estas charlas es libre hasta completar aforo, está atenta a la agenda del Ateneo de Málaga para asistir al próximo encuentro. Gracias por tu interés

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