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Sobre las relaciones humanas

Crónica del segundo Café Filosófico celebrado el pasado 21 de noviembre en la Sala Muñoz Degrain del Ateneo de Málaga, que comenzó con una pregunta de autorreflexión entre los participantes del encuentro: ¿Quién soy yo?

Es la falta de comprensión de la relación lo que causa conflictos. No comprendemos la relación, la convivencia, ya que nos servimos de ésta como un simple medio de favorecer el éxito, la transformación, la consecución de algo. Sin embargo, la convivencia es un medio de autodescubrimiento, porque la relación es ser, es existencia. Sin relación no existo. Para comprenderme a mí mismo, debo comprender la relación, pues ella es el espejo en que puedo mirarme.

         Khrishnamurti

¿Cómo mejorar nuestras relaciones?

            Durante el segundo Café filosófico celebrado en el Ateneo de Málaga, preocuparon (y mucho) las relaciones entre nosotros, los seres humanos; pero también triunfó el amor. Y esto no es, ni debe ser nunca, un tópico bien intencionado, puesto que si hay relación hay unidad de fondo y, si hay conciencia de dicha unidad, hay amor. Según insigne filósofo y poeta, Ibn Gabirol el malagueño, el universo lo ordena el amor desde su causa. El mundo es la concreción de un deseo amoroso universal, que así se expresa y se realiza a sí mismo, a la par que nutre de realidad y de vida toda la existencia que experimentamos a diario, si atendemos a ello, claro. Pero, ¿cómo llegaron a intuir algo de todo esto nuestros participantes? ¿Y cómo vislumbraron el amor, el ingrediente que no puede faltar en unas relaciones humanas saludables? En un momento lo sabrán, si continúan leyendo este relato.

Todo comenzó con una pregunta de autorreflexión que planteó el conductor del encuentro: ¿quién soy yo? Claro, antes explicó un poco la naturaleza de un encuentro filosófico como éste: que aquí la filosofía se practica, que más allá de la filosofía académica o erudita (sin excluirla, sino integrándola en nosotros) aquí la filosofía es entendida como un modo de vida (Pierre Hadot) y que, en lugar de hablar o pensar sobre lo que han dicho otros, aquí se viene a pensar por nosotros mismos, a construir pensamiento juntos y a tratar de vivir lo mejor posible. No es lo mismo saber filosofía que vivir filosóficamente, no. Ya saben lo que decía Sócrates (por boca de Platón): una vida sin examen, consciente y lúcido, no merece la pena ser vivida. Pues bien, ¿quién soy yo? ¿Me lo he planteado en serio alguna vez? Si no es así, está al caer la pregunta. Es imprescindible para vivir uno mismo, por mí mismo. Con esta cuestión, quería el conductor del encuentro enlazar con un próximo Taller de filosofía, en donde trabajaríamos juntos dicha cuestión.

Pues bien, en esta ocasión, solamente era necesario una respuesta breve y espontánea, sin sin mayor pretensión. Y así debían presentarse los asistentes: “yo me llamo…” / “yo soy…”. Una nota fundamental de lo que yo soy, en este momento de mi comprensión actual de mí mismo. Y así afloraron las siguientes respuestas: yo soy un humanista, un cabreado, soy hijo, viajero, curioso, eterno alumno, salmantina y ahora malagueña, integrador, librepensadora, pintora, una esponja, amante de lo bello, poliédrica, un ser de luz, quien trata de reconciliarse consigo mismo, curiosidad, yo no soy mi nombre, jubilado, soy pura cuestión, aprendiz de pensamiento, gallega, malagueño. Solamente con estas respuestas daría para filosofar horas… pero lo dejamos para el próximo Taller del día 19 de diciembre. No obstante, dos preguntas críticas podrían ya plantearse: 1) ¿Una sola nota característica agota mi ser, puede definirme o dar con mi identidad más profunda? 2) ¿Si yo no fuera todo eso, seguiría siendo yo?

Y comenzó la elección de la temática del día. Mucho era lo que interesaba o preocupaba o inquietaba a los participantes, pero lo que más: lo problemático de las relaciones humanas. ¿Cómo están nuestras relaciones humanas? Quisieron hacer un buen diagnóstico, primero, y luego tratar de ver cómo mejorar dichas relaciones. ¡Y qué diagnóstico! Aunque advertimos que su conclusión fue ésta: el mal funcionamiento de las relaciones humanas habituales. Y esto es así porque suelen estar en exceso condicionadas, contaminadas por la falta de sinceridad, está presente la insatisfacción crónica, modelos de relación que triunfan pero luego decaen muy rápido, a menudo son relaciones superficiales, muchas veces están sesgadas por prejuicios, hay desconfianza y se vive a menudo de una manera aislada o atomizada… Aunque es claro –y esto supo destacarlo uno de los participantes– que las relaciones humanas siempre han sido problemáticas. Si bien, puede ser que en nuestro tiempo (sociedades modernas y mediáticas, frente a las sociedades tradicionales, en donde ha cambiado el tipo de solidaridad y prima más el individualismo), en estas sociedades modernas, decimos, puede que se añadan una serie de agravantes: una mayor artificialidad en los sentimientos, la falta de una cercanía entre los individuos, un exceso de posibilidades para relacionarse, etc. Nos cuesta a menudo relacionarnos de una manera constructiva y no destructiva, sana y no patológica. Sin embargo, acerca de este diagnóstico, se observaba discrepancia en el grupo. Y lo cierto es que puede darse de todo. Uno de los participantes más jóvenes se refirió a un estudio que incluía esta pregunta: ¿tenemos a alguien a quien poder llamar a las tres de madrugada? Y otro reto sería éste: ¿somos capaces de entendernos con alguien que sea diferente a nosotros?

Así pues, lo más importante es plantearnos cómo mejorar nuestra relación humana. Pero no como observadores. ¿Qué hago yo para mejorar las relaciones humanas? Y dio comienzo una nueva fase del diálogo. Porque, en abstracto, ya sabíamos lo que funcionaba mal y se trataría solamente de darle la vuelta a todo eso que se había diagnosticado antes. Pero yo mismo, ¿qué puedo hacer, cómo puedo contribuir? Y varios participantes aportaron sus claves personales: escuchar al otro, no querer tener razón, ver en el otro a un igual a ti, que es la base del respeto mutuo, esforzarse uno en su actividad para ofrecerla a los demás, tratar de aprender de los jóvenes, considerarlos portadores de nuevas visiones y nuevas oportunidades, aceptar lo diferente, no enfocarse uno solamente en sí mismo y sus preocupaciones, sus miedos y sus deseos, acostumbrarse a sonreír y a mirarse a los ojos, mostrar un interés desinteresado por el otro y aprender a amar. Y esto último parecía que encendía algo en el interior de los participantes; tanto, que acogió el último tramo del diálogo y su sabor nos interconectaba, además de predisponernos respecto a la preocupación inicial: cómo relacionarnos mejor.

Todos hablan del amor, pero, ¿sabemos amar, realizar el amor en nuestras vidas? Y para indagar más profundamente en lo que nos preocupaba aquella tarde, a partir del amor, un requisito básico hacía falta (así fue percibido): es necesario el trabajo con uno mismo, para poder tener una buena relación con los demás. Y sobre esto hay mucho que decir. El diálogo consiguió hacer aflorar una parte sustancial que te orienta, pero que no te evita la implicación personal. Este trabajo, si lleva a amarnos a nosotros mismos, será la base para el desarrollo de la capacidad de amar a los demás y, así, poder relacionarme adecuadamente. (En este sentido, la soledad es bienvenida, al contrario de lo que dice el tópico, pues en la relación con uno mismo se encuentra uno a sí mismo y a los demás, que son básicamente como nosotros; ya sabemos por experiencia que una cosa es estar solo y otra muy distinta sentirse solo). A la vez, en esta búsqueda de uno mismo, los demás son una ocasión de oro, pues me ofrecen la gran oportunidad de conocerme mejor. Si, en realidad, los demás (tal como los veo y me relaciono con ellos y con ellas) no son otra cosa que distintos sectores de mi conciencia (Antonio Blay), mi interacción con los demás, sus sorpresas y sinsabores, me dan la oportunidad de aprender a relacionarme mejor con estas partes de mí mismo, es decir, conmigo mismo. Es decir, con los demás, después. No vendrán mal, entonces, unos talleres sobre las relaciones humanas. Lo viviremos. Salud.

VOCALÍA DE FILOSOFÍA

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