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Los abandonados

Por ÁLVARO FERNÁNDEZ

Texto seleccionado en el concurso de relatos “7 vidas”, desde el que homenajeamos a perros y gatos, que desde finales del pasado año son reconocidos legalmente como miembros de nuestras familias.

Abandoné dos perros una vez. Capitán y Cirilo. Capitán era una mezcla de labrador con cachorro de terreno baldío y Cirilo —padre de Capitán— era el terreno baldío. Un baldío negro de pechito blanco que llegó en una caja de cartón desde el potrero de la vuelta de casa. Capitán vino cuatro años más tarde, después de que la labradora del chalet de enfrente cayera rendida a los encantos de Cirilo.

 Convencer a mi esposa y engañar a mi hija no fue nada fácil. A Rocío con el argumento de la guita. ¿Sabés cuánto gasto en alimentos para perros por mes? ¿Tenés idea? Claro, total, vos no ponés un mango…

A Camila la envolví con mentiras: que en lo de los abuelos vivirían más cómodos y felices, con todo ese parque inmenso para jugar y traer palitos de madera agitando la cola. Una fantasía que esperaba que el tiempo disolviera pronto de sus recuerdos, una tristeza que pasaría con la probable llegada de otra mascota.

 ¿Un gato?

Con el abandono resuelto, Camila en la escuela y Rocío sin dirigirme la palabra, llevé a Capitán y a Cirilo a pasear a la Agronomía. Eran alrededor de las siete y media de la mañana y había poca gente en la calle. Llegué a un descampado a donde los solté para que anduvieran solos. Les tiré la rama babeada decenas de veces, que, en la mayoría de los casos, regresó en los colmillos de Capitán, que duplicaba en virtudes a su padre, el baldío de la vuelta de casa.

En cada lanzamiento de rama, cada trote de retorno con felicidad canina, el desconsuelo de Camila y la indiferencia de Rocío daban cuenta de mi insensibilidad, de la miseria que coronaba ese accionar de mal tipo, de hombre sin corazón.

Lancé la rama lo más lejos que pude hasta perderla de vista y mientras Capitán volvía a sacar ventaja de Cirilo en la carrera, salté una verja que tenía a mis espaldas y me escabullí entre unos arbustos, en huida, tramposo y cabizbajo.

En el camino de regreso, los perros de las terrazas ladraron mi nombre y juraría que uno, gritó papá…

A metros de la esquina de casa, los ladridos fueron tornándose familiares. De hecho, hacía años que interrumpían mis siestas y respondían a los pulgares que tocaban el portero eléctrico. Capitán y Cirilo, Cirilo y Capitán, me esperaban en la puerta de casa. Habían regresado olfateando el meo que dejaron en los árboles durante el viaje a la Agronomía.

Se hicieron pis al reconocerme y dieron saltos como nunca. Eran la felicidad y agradecimiento que los perros brindan apasionada y desinteresadamente.

¿En qué estaba pensando? ¿Cómo pude ser capaz?

Pero la alegría era mutua. La falla del plan con retorno inesperado aliviaba la carga, postergaba la cruz de mi conciencia, al menos por un momento, por el rato en que les dijera que seguiríamos juntos, la familia y sus mascotas, que trabajaría a doble turno y que el Proplan ya no sería tema de discusión en la mesa. Que ellos también formaban parte de nuestra familia y que los abuelos ya tenían sus propios perros, que estaban acostumbrados al campo, y que los nuestros eran de ciudad, y que en realidad los gatos jamás me gustaron.

Entramos a los empujones y el ascensor fue un alboroto. Estaban muertos de sed y fueron derecho al balde del agua. Los piques tras la rama y la aventura de la vuelta a casa, los devolvió sedientos y con hambre. Les serví una renovada porción de alimento y me fui hasta la heladera a prepararme un licuado. En la puerta, una nota sostenida por imanes de frutas tropicales sentenciaba la suerte echada 

«Nos fuimos de los abuelos. No podemos vivir con alguien que abandona animales en la calle» Perdí el equilibrio y me derrumbé en la primera silla que tuve a mano, mientras Cirilo con la sed saciada y su cola en frenesí dejaba caer a mis pies la rama llena de baba.

*En la foto Emperador, de la Protectora de Animales de Málaga, interpreta en este relato el papel de Cirilo, él también tiene su historia, conócela:

https://www.protectoramalaga.com/index.php?mod=catalogo&id=3&actId=1&prodId=6323

Ya sabéis que hay mucho que hacer por estos leales amiguetes, así que os animamos a visitar las propuestas de la Protectora de Animales www.protectoramalaga.com/index.html y de la Fundación Ochotumbao para pasar a la acción www.ochotumbao.org/

VOCALÍA ACCIÓN LITERARIA

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